XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mis labios una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ello por otro,
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: "¿Por qué callé aquél día?"
Y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?"
XLII
Cuando sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y en un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó mi alma...
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor..., con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio noticia?...Un fiel amigo...
¡Me hacía un gran favor!...Le dí las gracias.
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
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